lunes, 7 de mayo de 2012

No te señales con el dedo, no hables de ti, no respires


Un cirujano siempre hará bien su trabajo, ¿pero cogerá el bisturí de la misma manera si opera a su hija, al Rey, o a un desconocido para él?


Una de las asignaturas del primer cuatrimestre de este año consistía en hacer prácticas para una carrera de periodismo que empezaba, para sorpresa de muchos, en el tercer curso. Nunca antes habíamos redactado tantas crónicas, comentarios, entrevistas, reportajes y otros tantos artículos que exprimieran la creatividad que puede y debe tener un futuro periodista. Bueno, también aprendí bastante en Comunicación e información escrita. ¡Ni que el periodismo esté hecho solo de pluma! Aunque es cierto que la tinta se está agotando. Y a base de ensayos, este año nos han hecho mirar hacia la puerta del futuro, que siempre ha estado ahí, pero esta vez, subrayada. ¿Abierta? Rechina bastante, está oxidada y hay algunos que, de vez en cuando, les gusta echar el cerrojo. Pero somos nosotros los portadores de la llave maestra, y en cualquier caso, llevamos el ariete.

Sé que veinte años son canciones de cuna, lápiz con goma, varios empujones y más caídas que galardones. Todo menos experiencia. Pero puedo decir que los profesores que más quejas suscitan en el presente, son los mejor valorados en el futuro. Un caso: Pedro Sorela. Periodista, profesor y escritor, crítico, criticado y criticón. Y ¡chapó!  A la “mili” del siglo XXI en Ciencias de la Información. Si no nos espabilan ahora, no espabilaremos nunca. Y si no despertamos los periodistas, no despertará el periodismo. Vamos a cambiarlo.

Él habla de una sociedad construida sobre el egocentrismo del “mirarse el ombligo”. Y yo pienso en una sociedad, sin más complejidad ni estudio que el de un conjunto de seres humanos con el ego en la sangre. Entramos en el Romanticismo, y aun no hemos salido. “¿Por qué en la retransmisión de los juegos olímpicos tienen que interrumpirse los cien metros lisos de los más rápidos del mundo para ver un salto de pértiga de un español?”, se pregunta.

De la misma manera que existe Telemadrid, para hablar de Madrid a (pero sin) los madrileños; Castilla-La Mancha Televisión a los manchegos; CanalSur a los andaluces; TV3 a los catalanes; TVG a los gallegos, etc. ¿Se mira el diario Gara el ombligo?, ¿barre para dentro el diario Sport? Más allá de ombligos con estatutos. ¿Es objetivo Intereconomía?, ¿y el diario Público?, ¿es imparcial Federico Jiménez Losantos o, por poner tonterías, Juan Ramón Lucas con su Atlético de Madrid? Y hablando de fútbol, ¿por qué la sección de deportes es una proporción: Madrid-Barça 90% - resto de deportes 10%? Y más lejos todavía, ¿por qué un juez que se levanta con el pie izquierdo mete a un ladrón de bolsos ocho años a la cárcel, mientras que un chorizo millonario con el mote de “alcalde” no pisa la sombra? Curiosa cuestión.

El dicho del huevo y la gallina, visto está que vale para todo. ¿Son los medios los que se adaptan a la audiencia, o esta última la que reclama unos contenidos? Sea cual sea la respuesta, parece que la gente siempre escucha lo que quiere oír, porque Losantos, el diario Gara o Telemadrid ponen los acentos en los insultos adecuados.

Pero para llegar a la raíz de este dilema del principio de causalidad, es necesario remontarse a muchos procesos de interrelación personal. Yo no he escudriñado reflexiones de nadie, pero sabemos a ciencia cierta que somos egoístas por naturaleza. Creo que no hay personas más egoístas que otras, sino un control más o menos llevadero de ese pecado inherente que corre por las venas. Un ejemplo: Yo soy un empresario, mi empresa va mal, y decido bajar el sueldo a mis empleados antes que ganar un duro menos al mes. Otro ejemplo: Yo soy un voluntario de una fundación que se encarga de realizar terapia con caballos a niños discapacitados, y voy cuatro días a la semana sin cobrar nada.

El primer ejemplo muestra un egoísmo primario y claro. El segundo también es egoísmo, porque es la misma satisfacción, la misma complacencia. ¿La diferencia? A partir de quién empieza esa felicidad.
Puesto que, hasta Teresa de Calcuta sentía esa necesidad aristotélica de ser feliz, es imposible que exista la expresión: “mirarnos el ombligo”, y más aún, cuando todos tenemos el mismo espíritu empresario y todos los días se compra y se vende la euforia, la nostalgia, el pesimismo, y demás emociones de porcelana a precio de fábula.

2 comentarios:

  1. Vaya Srito Solano, me ha sorprendido ver que escribes así, tampoco te conozco mucho, pero no imaginaba que hicieras entradas de este tipo. También he de reconocer que no es la primera entrada tuya que leo.
    Por lo general no termino de leerlos, pero eso es mas culpa de mi poca amistad con el género periodístico, sobre todo, si es largo, cuando realmente un articulo extenso es más una virtud que un defecto.
    En este caso, reconozco que tu escrito me ha enganchado y me lo he leído de un tirón.
    Y además comparto tu opinión en casi todo lo escrito.
    Dicho esto, espero leer tu próxima entrada ^^
    Fdo: HG

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  2. Sr. HG, gracias por su comentario. Lo cierto es que me enrollo como las persianas cuando lo que debería hacer es decir cuantas más cosas en el menor número de palabras: periodismo. Pero me alegra que este artículo te haya enganchado y más aún, que compartamos opinión :)

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