lunes, 26 de diciembre de 2011

Reportaje sobre la equitación terapéutica, una rama escondida de la medicina.

Los caballos han acompañado al ser humano desde tiempos lejanos. Gracias su susceptibilidad de domesticación hemos echado mano de estos animales para nuestro beneficio. Previamente a la revolución industrial, se utilizaban como medio de transporte para el mensajero. Ahora los mensajes los recibimos por correo electrónico. Además usábamos caballos en la guerra, mientras que ahora enviamos tanques y aviones. Y también nos divertíamos con las famosas carreras de cuadrigas romanas, en tiempos del emperador Julio César; las batallas entre caballeros, allá por la Edad Media, y ahora, como un deporte olímpico: la hípica.

El caballo ha tenido unos usos u otros a medida que crecía en la historia. Podemos hablar de progreso, tanto humanístico, científico como recreativo, siempre para satisfacernos. Hoy tiene un nuevo uso y que no todo el mundo conoce. Un sentido terapéutico para tratar problemas físicos, emocionales, comunicativos, sociales, cognitivos y de aprendizaje para niños.

Como todo lo que carece de fuentes y de fundamentos fiables se lo considera leyenda o mito, se puede mentar la historia de que esta práctica se lleva haciendo en ciertas regiones asiáticas desde hace más de mil años. Aunque un nombre más legítimo es el del mexicano Rogelio Hernández Huerta, entrenador y preparador físico en este tipo de actividades y pionero en el mundo de la equinoterapia.

Caballo Amigo es el nombre de una de las mejores fundaciones de la Comunidad de Madrid que destina a sus caballos para este tipo de actividades. Nacida en 1998 y situada en Villafranca del Castillo, cerca de Pozuelo. Desde entonces y hasta ahora, siempre se ha rodeado de profesionales en ámbitos ecuestres y médicos.

Las sesiones de terapia son de martes a viernes de cuatro a siete de la tarde. Desde las tres, Mara, Olivia y Astrid, ya están preparando a los caballos, muy bien domados, dándoles cuerda o montándoles para su posterior ejercicio en la pista. También colabora Cristina, haciendo prácticas y estudiando el curso de equitación terapéutica que allí se exige así como unas jóvenes voluntarias que se encargan de llevar los caballos e interactuar con los pacientes.

Monta gemela con Mara y Aarón. Cristina dirigiendo al caballo
Aarón tiene 3 años y ha pasado los dos últimos viniendo a lo que para él es una de sus actividades que más le divierten. Nació con parálisis cerebral y tiene los músculos muy rígidos. Mara, fisioterapeuta, monta con él en el caballo procurando que su torso y su cuello queden bien erguidos y que sus piernas se relajen destensando su musculatura. Con un paseo de 45 minutos a la semana, Aarón consigue importantes avances en lo que se conoce como la hipoterapia de monta gemela.

“Capitán, ya viene Capitán”, repetía el nombre de su caballo radiante de felicidad la pequeña Sara, con  un ligero retraso madurativo. Ella monta sola en el caballo en lo que se conoce como Equitación terapéutica, acompañada de Astrid, quien dirige al rocín. A la misma hora que Sara viene Alfonso, padece síndrome de Down, aparentemente un poco tímido, pero esa vergüenza le desaparece cuando monta en su caballo. Sara y Alfonso coinciden juntos en la pista a la vez que realizan otros juegos como es tirar una pelota pequeña de goma a un cubo. Estos ejercicios sirven para controlar y percibir la distancia entre el paciente y un objeto.

Los padres de los chicos les acompañan a la entrada de la pista, tan contentos o más que sus hijos. Entre ellos coinciden que este tipo de terapia no es muy conocida y, como tal, no se suele recomendar en casi ningún sitio. No es la primera vez que los medios dedican algún espacio a los beneficios casi mágicos que proporcionan este tipo de animales. “Nosotros buscamos lo mejor para nuestro hijo”, afirman los padres de Aarón, “y este centro es el mejor que hemos visto en Madrid, por eso venimos aquí pese a que vivimos lejos”.  Es tanta la dedicación de los niños y de los padres que incluso en días de viento y amenaza de lluvia, las sesiones no se suspenden. Solo lo hacen cuando “se ponen malos, y aun así, siguen queriendo montar eh su caballo”, me cuentan.

Los padres de Sara aclaran que se enteraron de estas terapias gracias a compañeras del colegio que también habían asistido a esta fundación. También coinciden en la poca difusión y recomendación de la prodigiosa labor del equino así como en el doble efecto que conlleva y que es lo que más agradece todo el mundo: no es solo un beneficio terapéutico, es también una actividad de ocio para los niños que por nada se lo quieren perder.

A las siete, una vez acabadas todas las sesiones, el equipo de profesionales se reúne para comentar los trabajos realizados en el día y los avances y progresos que se han llevado a cabo.

Centrando el tema desde mi opinión personal, podría decir que incluso sabiendo que existía este tipo de terapia a grandes rasgos, nunca imaginé la cantidad de resultados provechosos y tan dispares que se consiguen. Cada semana, Aarón, Sara y Alfonso se adaptan mejor al estado que buscan en la fundación. Progresan en ámbitos físicos en cuanto al control cefálico, la adquisición del ritmo, la reducción de movimientos anormales, la potenciación y relajación muscular; En campos cognitivos en temas relacionados con la capacidad de atención, la memoria y la secuenciación; Y también fomentan la adaptación social. Existen casos de pacientes que puedan sentirse aislados de otros niños por su situación, pero dar un paseo con su caballo durante 45 minutos cada semana les genera un sentimiento de equidad y de autoestima para trabajar la personalidad y el ánimo de estos chicos. Una gran cantidad de resultados que el caballo es capaz de hacer.

Caballo Amigo cerrará esta semana por Navidad. Volverán el 13 de enero, con unos caballos en plena forma y unos niños deseosos por retomar esa felicidad contenida en días festivos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario