domingo, 21 de abril de 2013

La sonrisa indomable. El Payaso


Un acordeón sienta las bases de la melodía circense. La trompeta deja de ser un instrumento para convertirse en un símbolo con la tonalidad menor de un compás de tres por cuatro. Pinchamos los palos, o los “muertos” que llaman, y que posteriormente levantarán la mítica tela que recubre el escenario de la farándula, el espectáculo del día en Dios sabe dónde, porque un día es aquí, y mañana en el quinto pino. Y así eternamente, porque tu padre te repite esas cosas del destino: “el gato bebe leche, el ratón come queso, y tú, al igual que yo, eres un payaso”.

Selton Mello es uno de tantos sorprendidos cuando, por primera vez, descubre que en España se habla del arte del doblaje, y que O Palhaço, rodada en Brasil y en portugués, se convierte en “El Payaso” para todos aquellos que tuvimos la oportunidad de ver este preestreno, y de los pocos que vienen de este país. Este director y actor encarna a Benjamin, hijo del dueño de un circo de los años setenta que deambula por Minas Gerais, la que fuera capital del oro durante los tiempos del colonialismo. Benjamin se encarga de sacar las sonrisas a los niños, a los mayores, también al alcalde del pueblo, y a su mujer. Las mismas risas una y otra vez, la contramedicina del humor, que siempre exige la brevedad, la originalidad y esa primera vez para todo, ni siquiera dos, o nos olvidaremos de las carcajadas y de los aplausos.

Esta primera vez lo es para cada alcalde y cada niño de cada pueblo de Brasil, pero no para Benjamin, quien sabe que esa vida no está hecha para él, le espera otro mundo por descubrir, conocer el amor y poder dormir todos los días en una misma cama. Está dispuesto a hacerlo y se lanza a la aventura, más bien desventura, pues se baja del carro feriante para arrancarse su nariz roja y la peluca. Ahora quiere ponerse corbata, peinarse a raya y expedir documentos con ese desagradable estereotipo del personal de administración. Se terminó esta payasada.

Selton dice que el arte es subjetivo, no miente, y muchas veces se comparte. De hecho, tirando de filosofía sabemos que las cosas que queremos parten del egocentrismo inherente a la raza humana. Siempre queremos lo que no tenemos, ya tengamos 8 años u 80, muy pocos son conformistas. Benjamin se encargaba de arrancar las sonrisas, pero nadie se las arrancaba a él, ni siquiera el vodka llegó a tal milagro. Son estos milagros los que nos hacen volver a casa después de recapacitar, incluso esa casa nómada sin rumbo fijo. No sabremos cuál es nuestro sitio, pero sí sabremos cuáles no son después de vivirlos.

El gato bebe leche, el ratón come queso, y tú, tú eres todas las cosas y ninguna a la vez. Que para eso hay tantos tipos de ventiladores. Tantos para cada tipo de viento que los zarandee.

                                                                    Beirut - Sunday Smile