sábado, 12 de enero de 2013

Volcán de La Restinga


El volcán de La Restinga crea vida diez meses después de su última erupción

Volcán submarino de La Restinga. blog.casa-balcones.com

La cúspide del volcán sumergido alcanzó una profundidad de 89 metros

Nuevas bacterias han conseguido superar las adversidades y poblar la zona deshabitada

Han pasado diez meses desde que se diera por finalizada la actividad del volcán de La Restinga. El pasado 5 de marzo de 2011 se hizo oficial el fin de la erupción y, a los pocos días, los residentes de esa localidad pesquera volvían a sus casas. Comenzaron los primeros seísmos en el verano, y todo apuntaba a ese aviso que dan los volcanes, más aun cuando se da en una de las siete islas canarias, y el historial de las mismas no dejó sorprendido a nadie. Pasada la fecha, el volcán y la isla dejan de estar en el punto de mira del interés social, sin saber las consecuencias de este fenómeno y lo que hoy día sigue sucediendo.

El Instituto Español de Oceanografía (IEO) ha estudiado desde entonces la alteración de la zona a nivel geográfico: la creación de una nueva masa de tierra en el interior de lo que paradójicamente se conoce como el Mar de las Calmas, llamado así por sus aguas tranquilas, cubiertas por el noreste de los vientos alisios y a resguardo de las corrientes marinas frías de las Canarias. Hasta entonces, esa extensión reunía gran variedad de fauna marina que abría las puertas a la economía pesquera de La Restinga además de servir como escenario marítimo para documentales y fotografía.

Magnitud y riesgos del volcán

El volcán recién nacido llegó a expulsar más de 320 millones de metros cúbicos de material volcánico, una extensión  que equivale a 120.000 piscinas olímpicas que debajo del agua visualizaban ese color azul turquesa que bañaba el sur de la isla. El cráter generó cuatro orificios sumergidos cuyo vértice más alto alcanzó los 89 metros de profundidad, una distancia justa que impidió consecuencias mayores, ya que si la tierra nueva hubiese alcanzado la superficie se habrían producido grandes explosiones.

Los científicos del IEO afirman en la revista Geology los resultados positivos de este acontecimiento natural como es la oportunidad única para conocer cifras exactas para la formación de la isla de El Hierro: “Se necesitan unas nueve mil erupciones de este calibre distanciadas por un tiempo de 125 años entre cada una de ellas para conformar la isla que conocemos”, explica Ramón Margalef, responsable de los primeros estudios del volcán que realizó el Instituto.

Nuevas especies

Del mismo modo, no solo se han notado cambios en la geografía, también se ha modificado drásticamente la fauna del lugar. Gran parte de la biodiversidad marina murió durante las primeras semanas de las erupciones, lo que desembocó que el número de bancos de peces y especies de plancton se viera reducido al no soportar las condiciones adversas del nuevo océano que creaba el volcán. Una mezcla de tres factores: la disminución notable del nivel de oxígeno en el agua, la acidificación de la misma y su incremento de temperatura. Tan solo una de las tres alteraciones supondría consecuencias negativas para la vida animal, y en este caso se dieron las tres.

Pese a la desaparición de estas especies, el ecosistema no murió, sino que mutó. Otros seres unicelulares empezaron a poblar la zona deshabitada. Bacterias que logran adaptarse a condiciones perjudiciales para la mayoría de los seres vivos, y que precisamente están en el ciclo de transformación de los elementos vitales que necesitamos, como el oxígeno, el nitrógeno o el carbono, cada uno en su proporción adecuada. El científico Eugenio Fraile explica que “este fenómeno no es más que un laboratorio natural, otra oportunidad idónea para la ciencia al conocer cómo será el mar dentro de dos mil o tres mil años con la evolución del cambio climático”.

No obstante, y solo con echar mano al pasado biológico de la evolución, los seres vivos pequeños dan paso a otros más grandes. Esto significa que la isla acaba de originar una pequeña porción de tierra submarina, y no ha destruido nada, sino que ha abierto las puertas a nuevas especies y a darnos cuenta de que nadie puede culpar la mano de la naturaleza, el ciclo de la vida en la Tierra.

Los investigadores llevan menos de un año surcando los nuevos fondos marinos. No descartan posibles erupciones, puesto que los sismos persisten en la isla aunque sean de una categoría menor, que no alcanzan el 2,0 en la escala de magnitud de momentos, y más teniendo en cuenta que un volcán estará activo hasta después de 10.000 años desde su última erupción. Para algunos un volcán significa correr el mayor riesgo del mundo y el temor a perder su casa. Para otros, implica dar vida a su carrera profesional viendo cómo la naturaleza genera nuevo mundo al azar.